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Vivir-viajando-escribiendo: BabyVan

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By Oli, blogger de Vanwoow (@babyvanblog | Blog)

Somos Marco, Oli y Iago, y nos hemos lanzado a una vida nómada de carretera tras reformar nuestra autocaravana del 89, «La Gorda». Somos @babyvanblog y viajamos porque el mundo nos resulta demasiado grande y la vida demasiado corta. Viajamos en autocaravana por muchas razones, aunque esas seguro que no hace falta explicarlas por aquí. 😉

Hemos leído tanto tiempo los viajes de otros, que ahora viajamos para escribir los nuestros. 

Hay un cordal de colinas suaves y graciosas que bailan con las luces del «tramonto» frente a nuestra casa. Esta casa que hemos traído hasta aquí. Bueno, más bien que nos ha traído ella, pues tiene 4 ruedas y un motor de premio.

Ahora descansa con una brisa fresca que llega desde el Adriático, o eso nos han dicho las mujeres que cada tarde se sientan a charlar en el banco bajo el roble. El roble suelta sus primeras hojas, que caen suaves sobre el asfalto lleno de grietas debido a los terremotos de hace 4 años. Y ellas, con su chal de entretiempo, nos explican que debido a la brisa fresca del mar, que no es igual a la brisa de «campaña», seguro ya hay desnudos algunos árboles en los Apeninos. Los Apeninos son el recorte de las montañas más altas en el horizonte, a contraluz anaranjada, en tercera línea, más allá de las colinas suaves, dando autoridad al discurso de las lugareñas, entrando por la ventana de «La Gorda» mientras escribo. Esta es la estampa.

Decía una tía abuela mía que para aprender, viajar o leer. Nosotros hemos leído tanto tiempo los viajes de otros, que ahora viajamos para escribir los nuestros. 

El diario de viaje: volver a viajar con todo lujo de detalles cuando ya han pasado los años 

Yo soy la que tecleo (Oli) y trato de hablar mediante palabras de lo que veo, siento o vivo. A veces sin mucho sentido ni guión, solo vomitando el revoltijo que sale de mis entrañas. Otras, en una línea más práctica. Y aunque soy novata en esto del “vivir-viajando-escribiendo», hay algunas cosas que sí puedo compartir. Siempre desde mi humilde experiencia.

Creo que la escritura es la mejor manera de expresión con una misma, o por lo menos la que mejor he experimentado yo. Un diario de viaje te permite volver a viajar con todo lujo de detalles. Incluso cuando ya han pasado muchos años. Yo tengo una caja llena de libretas escritas que todavía huelen a aquel sari amarillo del vagón de las mujeres. O al maní molido que se espachurró e hizo un borrón en aquella hoja. O que me llevan de nuevo a recordar el reflejo de la luna sobre el Danubio. Cuando vuelvo a ellas, no solo vuelvo a viajar etapas que ya creía olvidadas, me redescubro y me reconozco, y entonces me agradezco.

La escritura de viajes compartida, esa que se lee, no la que se guarda en un cajón, puede inspirar a quien más necesita ser inspirado o inspirada.

No tiene por qué ser una gran obra maestra para que alguien se identifique. ¿A quién no le gusta viajar? ¿Quién no viaja cuando lee? Si ahora hago una lista de cuáles han sido para mí las lecturas más inspiradoras o prácticas para este mi presente, el 50% hablaban de las emociones que yo busco experimentar al probar este estilo de vida. El 50% restante, hablaban sobre las cuestiones prácticas que necesitábamos aprender para saber cómo hacerlo o por dónde empezar. Otros blogs o cuentas de familias viajeras, sin ir más lejos. Gracias a todas las que compartís vuestra experiencia. 

Contar desde las entrañas, dónde todos tenemos denominadores comunes: los miedos y las ilusiones, los logros y las derrotas. 

Creo que no todo tiene que tener formato de post de consejos útiles, libro de viajes, guía o formato novela, que también. El simple hecho de escribir tus impresiones, emociones y sensaciones es lo que hará que otras personas conecten contigo.

Creo que viajando se abre la creatividad. El propio movimiento me lleva a ello. Salir de la zona de confort me ayuda a enfrentarme a la vida desde otro lugar y buscar soluciones nuevas a los nuevos problemas. Todo lo que sean estímulos nuevos y aprendizajes nos hace ver la vida desde nuestra parte más interna. Esas entrañas dónde todos tenemos denominadores comunes, los miedos y las ilusiones, los logros y las derrotas.

Realidades que merecen ser contadas

Quizá por mi profesión (educación social) y también mi manera de ver la vida, creo que hay realidades que merecen ser descritas, contadas y enumeradas. Siento que hay que dar voz y vida a escenas cotidianas, a barreras sociales o entornos desconocidos, proyectos sostenibles o personas con talentos. Cuando una viaja conoce realidades más allá de lo que esperaba. En cada esquina, en cada ladrillo hay un enigma y una historia. Cuando viajo siempre llevo una libreta y un boli en el bolso, por si acaso hay algún dato que posteriormente me puede servir para ilustrar alguna escena o crear algún relato. Algunas personas eligen otros formatos de narración que no son la escritura. Sin embargo, soy de las que creo que el papel y el lápiz casi siempre estarán disponibles, no ocupan demasiado y pueden ser el inicio de algo más.

Para acabar, en este último párrafo, por ejemplo, la realidad del pueblo en el que estamos, Loro Piceno, merece unas líneas y también unos párrafos. Merece documentales y películas, canciones y reportajes, pero no solo por su patrimonio o historia, que también. No solo por su entorno y ecosistemas, que también.No solo por las personas y los proyectos, que también. Sino por las políticas y los sucesos, por el miedo a que la tierra vuelva a moverse, por las casas apuntadas o la inercia de la vida, pero sobre todo por las esperanzas y las ilusiones. Como las de estas señoras que frente a nuestra casa con ruedas se sientan a hablar cada tarde de la llegada del otoño. Con el Sibilini de fondo, en un banco torcido, debido a las grietas del asfalto, preguntándose por qué habremos venido aquí, si de aquí la gente se va.

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